Hoy mi hijo mayor me ha preguntado si esta situación la había vivido anteriormente, le he respondido que no. ¿No?, ¿nunca antes habíais estado confinados? No hijo, no. ¿Ni has vivido una guerra? Está claro que mi hijo me ve mucho más mayor de lo que mi DNI grita. Eso, o que no tiene un fluido dominio de fechas históricas.
Parece que memorizar fechas no sirve de mucho si no se contextualizan los acontecimientos.
Que si el profesor, que si los padres, que si el sistema educativo, que si el coronavirus…
He leído en estos pocos días (no voy a extenderlo a estos 15 años, edad de mi hijo mayor) variedad de opiniones, de profesoras y profesores, he aquí algunas de ellas:
– «Los padres ahora se están dando cuenta del esfuerzo y trabajo que es tener un niño durante 3, 4 o 5 horas trabajando, aprendiendo, intentando que pongan interés y haciendo piruetas para que no se aburran. Y se trabaja con más de 30 alumnos. Quizá es el momento de valorar el trabajo de los maestros».
– «Los profesores durante estos días hemos preparado a contrarreloj trabajo y sesiones didácticas a través de diferentes plataformas digitales para nuestro alumnado…, preparando documentación, elaborando informes de seguimiento…, una burocracia excesiva en un momento en el que debería primar la docencia. Da la sensación de que la Administración tenga que justificar que nos sigue pagando un sueldo…Mi aplauso hoy es para todos los docentes que estamos implicados en que nuestros alumnos sufran el menor perjuicio posible.
– «Las redes están saturadas. Los chicos piden ayuda a padres que no saben, no pueden o no quieren a la situación del día a día agregarle una más…Las consignas suelen necesitar una explicación que en ausencia del docente se traslada al familiar más cercano o a otro compañero vía WhastApp lo que suele oscurecer en vez de aclarar…».
Es como si hubiera una o varias dianas a las que apuntar pese a quien le pese. Hay que buscar culpables, no desarrollamos la capacidad de asumir que esta situación nos ha pillado a todos, TODOS, desprevenidos. Y que ya habrá tiempo de ir reconstruyendo corazones rotos. Corazones en desempleo forzoso; corazones de niños retenidos en las fronteras de las paredes de sus casas; corazones de mayores en soledad forzada agradecidos por la humanidad de sus vecinos, de los voluntarios que día a día les preguntan si necesitan algo; corazones rotos de almas perdidas en políticas públicas forzadas también a reconducir sus medidas, sus prestaciones; corazones rotos de profesionales que están a pie de trinchera justo en la línea que separa la profesionalidad del desconcierto. Un sin fin de corazones rotos, cada uno con sus profesiones, trabajos, familias, necesidades, y voluntades.
¿A ver si ahora confundimos el confinamiento con la conciliación laboral? Cierto que muchas empresas están comprobando in situ que el teletrabajo es posible y nada malo en determinados puestos de trabajo y funciones por lo que, es como un pilotaje pero sin tiempo de entrega del informe evaluativo final que proponga, como posible medida de conciliación, teletrabajar para así poder tener tiempo para, por ejemplo se me ocurre, las tareas escolares.
Cierto también otras muchas certezas. Creo sinceramente que los profesionales de la educación están bien reconocidos, maestros, profesores, docentes… pero es como si nunca fuera suficiente. La profesión convertida en persona, y dar gusto a tantos a la vez, es más que imposible.
Habrá profesorado que siga un modelo de docencia, más conservador, tradicional, aburrido, otros un modelo más innovador (cuidado aquí a qué nos referimos con innovacion docente, no es el uso de pizarra digital), curioso, inclusivo…, profesores transgresores incluso.
Habrá padres que se quejen de todo, otros que entiendan el papel del profesorado en las aulas, unos colaboradores, otros más «pasotas». Habrá padres en desempleo, madres con sólo un trabajo, el doméstico, no remunerado por cierto y no bien reconocido aún siendo necesario y diría yo, obligatorio, tanto como otras profesiones. Tantas y tantas situaciones, y cada una de ellas con sus peculiaridades y todas, igualmente importantes.
Y mira que soy de extremos, de blanco o negro, pero me supera la idiosincrasia de aquellos que pretenden con su dedo fácil, ligero también diría yo, apuntar, acusar, culpabilizar.
En esta extraordinaria situación, que a todos nos ha pillado de imprevisto, dudo que algunos profesores estén adaptando la educación a la realidad de este momento, siendo más bien una continuidad ininterrumpida del horario escolar, aun teniendo la certeza de la imposibilidad de seguir normalmente los horarios cotidianos.
Los padres nos quejamos de todo (no todos), si mandan tarea porque la mandan, y si no, porque no la mandan. Pero, eso es una cosa y otra muy distinta que el profesorado actúe ajeno a la realidad, que solo les afecte «cumplir» con la normativa y estándares de aprendizaje, y así poder justificar que el alumno ha aprobado o suspendido, obviando que un alumno de primaria por mucha clase que reciba on line, por mucho vídeo de youtube, hangouts, u otros medios, no está habituado a trabajar, a estudiar de la forma obligada por un estado excepcional de alarma.
Sin embargo, el diálogo permite expresar las inquietudes, desde el respeto siempre, y el entendimiento mutuo, en este caso particular entre familias y profesorado, consiguiendo así que el confinamiento sea más llevadero para el alumnado y sus padres, y más reconocida la labor del profesorado.
Natalia Simón 🌙