Golpe de realidad

Salto obligado a la madurez, a la sensatez, al entender sin entender muy bien qué está ocurriendo.
Como si se tratara de un golpe de suerte esto ha sido un golpe de realidad.


A mi nunca me ha costado estar «encerrada» en casa, nunca, ni en pisos de pocos metros cuadrados sola unos meses, sola con mis hijos los meses restantes, ese fue mi aprendizaje en su momento. Es lo que conlleva una custodia compartida, por convencimiento, aunque finalmente el tiempo haya dado la razón a la sin razón. Tampoco me cuesta ahora, en una casa con más metros cuadrados, con mis hijos y mi pareja.


Lo que si es cierto es que ahora es más llevadero, no solamente por los metros de más sino porque hay más comida en el frigorífico y en los estantes de la cocina, no digo que antes no la hubiera, pero ahora hay más diversidad, más para elegir. Porque ahora puedo hablar, expresar mis emociones con una persona adulta, que me quiere siempre y me soporta a ratos, no más no menos que por el estado de «encierro». Porque ahora mis hijos son más mayores y aunque la adolescencia no es fácil, ya no dependen de mi para todo, comidas, baños, estudios, entretenimiento… Porque el cáncer se me ha llevado a muchas personas queridas, familiares más mayores que yo (abuelos, padres, tios) y ahora no tengo que estar pendiente de cuidados, enfermedades, soledad… no tengo que atenderles ni en casa, ni en la distancia. Porque mi trabajo permite el teletrabajo y tengo la confianza y apoyo de mis «jefes» (entre comillas porque no les gusta este término).


Todas las vivencias traen de la mano aprendizajes, lo importante es aprender lo que te trae cada nueva situación.


En estos largos días (aunque hay días que se pasan volando y siguen faltando horas aun confinados, teletrabajo, recibimiento de tareas escolares, tareas propiamente caseras, etc.) da tiempo a analizar la vida con un sencillo DAFO (Debilidades, Amenazas, Fortalezas, Oportunidades), la vida vivida y la vida soñada, el futuro por venir cuando todo esto pase.


Tantas horas juntos (con la familia o en solitario con uno mismo) que da tiempo a decubrinos y a descubrir aspectos del otro, totalmente desconocidos, ocultos, escondidos, o simplemente simulados…
De esta saldremos leo en toda las redes sociales (lo poco de «social» que tiene esta extraordinaria situación actual) pero la pregunta es ¿cómo saldremos?, ¿cuánto de cambiados?.
Saldremos de la mano y con besos, sin mirarnos y con reproches. Y no me refiero solamente a la convivencia en casa, sino a la convivencia en sociedad.

No todos tenemos la misma situación y por lo tanto, las mismas medidas no son válidas para todos por igual. Y ahora más que nunca es importante tirar de aprendizaje, de valorar lo que se tiene, de acordarse de lo que se ha perdido. De que, aunque el COVID-19 ha sido el único capaz de medirnos a todos con el mismo rasero, no todos lo estamos viviendo con las mismas necesidades, ni el mismo contexto económico, laboral, familiar, social en definitiva.
La sociedad sin personas no es sociedad.


Críticas por todo, a todos, se visibiliza más que nunca la irracionalidad del ser humano en todas las vertientes. ¿Es necesario que nos prohíban salir de casa si siempre habrá transgresores de la norma? El simple sentido común tendría que hacernos tomar decisiones de motu propio. Pero, quizás, tengamos un desánimo arropado de incredulidad que no nos permite reaccionar como se espera que hagamos.


Llevo años citando las palabras de Emilio Lledó en las clases que imparto a alumnado de 2° de Educación Infantil y de Primaria en la parte de Sociología de la asignatura Educación y Sociedad, «para qué queremos libertad de expresión si no tenemos libertad de pensamiento». Ayer tuve la oportunidad de leer una entrevista reciente en la que decía lo siguiente: «es clave cultivar la inteligencia crítica, y una situación como esta lo revela. Entre tanto exceso de información, de palabras refritas, y peor, entre tanta desinformación, el ciudadano debe ser capaz de plantearse las preguntas propias de una mente libre: quién nos dice la verdad, quién nos engaña, quién quiere manipularnos».


Mantengo mi propuesta de clase (y también en mi día a día), y totalmente de acuerdo, de nuevo, con este señor. Siempre lo digo a mi alumnado, curso tras curso: «desarrollemos la capacidad reflexiva, analítica, la crítica constructiva,  el cuestionamiento de la información,  de los datos. Sólo si somos capaces de contrastar la información podremos tener libertad de pensamiento y solo así, entonces, libertad de expresión. Que no de acción. Como nos ha quedado claro desde el pasado 13 de marzo con el estado de alarma.


No, no me cuesta estar «encerrada» en casa, pero sí, estarlo sin entender la situación.

Natalia Simón 🌙

Publicado por Natalia Simón

Persona, mujer, madre, socióloga, docente, investigadora social, HUMANA!!

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